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Portada Centro Histórico
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Felicidades

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En el andar de Melchor,
Gaspar y Baltasar

En la década de los cincuenta comenzó una mágica tradición que era acompañada del frío invernal, entre brillantes foquitos que parecerían los destellos de diversos deseos llenos de historias centenarias. Rodeados de una atmósfera nostálgica, que se convierte en un escenario evocador con la temporada de romería que llegaba junto con los Reyes Magos.

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Esta celebración combinaba el encanto de la infancia sumado con la riqueza cultural y las tradiciones que se forjaban; hoy, despierta una profunda sensación de nostalgia que conecta diversas generaciones con el pasado. De tal forma que la imaginación de los espectadores, que se reunían en la Alameda Central para observar la carroza, adornada con destellos dorados y plateados, que simulaba estar tirada por majestuosos animales con la tarea de transportar a los Reyes Magos.


Aunque, la tradición de las romerías en la Alameda comenzó tiempo atrás, se podían encontrar puestos que vendían todo lo necesario para las fiestas decembrinas como las frutas para el delicioso ponche, las piñatas de diversos colores y tamaños que romperían después de las posadas; entre la vendimia de demás artefactos que permitían realizar las celebraciones. El espacio destinado eran las calles que circundan a la Alameda Central ahora Avenida Hidalgo y anteriormente eran las calles Puente de la Mariscala, Santa Veracruz y San Juan de Dios.

Sin embargo, con el pasar de los años y pesé a la esperada tradición de tomarse una foto con los Reyes Magos en la Alameda Central, fue en el 2013 que dicha usanza dejó de suceder, cambiando su ubicación a la explanada del Monumento a la Revolución y con una feria en la Alcaldía Cuauhtémoc.

Después de todo, aquellos ritos van cambiando, ahora muchos niños se acercan a La Quinta Casa de Correos, o también conocido como el Palacio Postal, donde muchos pequeñitos realizan sus cartas y las envían a los Reyes Magos; dejando a un lado esos coloridos globos que eran vistos en la Alameda Central.

Aunque, aún muchos sin importar la edad nos emocionamos con la idea de todo el simbolismo que nos transmite, principalmente al degustar una rosca de reyes y la inquietud que nos da el saber si encontraremos al niñito mientras degustamos una caliente taza de chocolate.

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Deliciosa tradición
que conquistó paladares

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El pan… ese manjar dorado, crujiente y esponjoso que posee múltiples y variadas cualidades inigualables que deleitan al paladar. Todo ello llevado con las tradicionales panaderías de barrio, junto con las celebraciones más devotas que se consagran con el pan, y se han convertido en un elemento fundamental en la mesa de los mexicanos. Asimismo, ofreciendo una diversidad de sabores, formas y texturas que reflejan la multiculturalidad del país. La conquista de los sentidos se vio envuelta en el sincretismo entre una cultura de maíz y con la llegada del trigo, donde las crónicas mencionan:

La empresa corresponde a Cortés y a un esclavo negro; el sitio de su inicial aclimatación es Coyoacán [...] “al Marqués acabado de ganar…le llevaban del puerto un poco de arroz; iban entre ellos tres granos de trigo…mando que los sembrase: salió uno. El que salió llevó cuarenta y siete espigas de trigo… De este grano es todo y nace diferenciado por las tierras donde se ha sembrado y poco a poco hay infinito trigo. (Toscano 1946:151) Dando paso a una presencia especial en el rito culinaria de México, entre los olores que florecían del trigo, con técnicas y recetas que se vieron influenciadas por las manos de los artistas panaderos; donde el conocimiento de aquellos maestros fue heredado de generación tras generación con advocación a los paladares de sus comensales.

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Panaderos. Colección Salud Pública - Fototeca Nacional. 1940

El pan es tan nuestro de cada día gracias a sus bolillos y teleras, entre sus sabores dulces y sus dejos salados. Son parte importante y base de nuestra cultura al punto de ser la pieza inolvidable del altar de Día de Muertos, o entre festejos de independencia con los Pambazos, en una festividad navideña donde tenemos panes marmoleados y suelen ser el manjar de altezas como en una Rosca de Reyes.

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Fachada de Panadería Ideal, en Avenida 16 de Septiembre. Archivo Casasola. 1940.

Incluso es tan importante en nuestra mesa que tiene películas, canciones, trovas y sin fin de prosas a su nombre con melodías como: “El panadero con el pan, tempranito va y lo saca, calientito en su canasta”. Siendo el pan el estelar de un clásico del Cine de Oro Mexicano ¡Ay, amor cómo me has puesto! mostrando Germán Valdés Tin-Tan, las aventuras de un dador de pan. El pan es una joya de la gastronomía, tanto así que incluso tiene su aparador y sus luces. Aunque, ya no es tan común el poder observar los cristales de las panaderías decorados con siluetas alusivas a alguna festividad, cuando logramos ver un aparador tratado como un lienzo es una experiencia digna de contemplar. Los primeros registros de panaderías, en la Nueva España, datan del siglo XVI; aunque, ya no existen esas panaderías ello no significa que no tengamos otras panaderías que datan del siglo pasado con historias que contar, desde sus hornos hasta sus despachadores como: La Ideal, El Globo, La Madrid, La Esperanza, La Vasconia entre otras.

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Panadería La Vasconia en las calles de la Palma y Tacuba.
Fototeca Constantino Reyes-Valerio Colección Cajas Roja

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Fachada Panadería y pastelería La Varsovia, fachada.
Archivo Casasola. 1930.

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Empleados de Panadería. Fototeca Nacional. 1910

En este punto me gustaría aclarar que no son las únicas panaderías, puesto que me faltaría tinta y papel para mencionar los nombres de las múltiples panaderías que existen de todos los tamaños y en las diferentes regiones de nuestro país; de igual forma es monumental el enlistar la extensa taxonomía panadera desde sus tradicionales panes, así como las innovaciones que surgen de tanto en tanto con sus diversos y divertidos nombres; mientras que algunos clásicos ya no suelen ser realizados de forma habitual.

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Entrada del "Cabaret Monte Carlo" ubicado en "av. 16 de Septiembre”
- Archivo Casasola (inmueble que se ocupo como la Ideal)

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Hornos y panadero -Fototeca Nacional

La cautivadora tradición panadera viene desde aquella fermentación que se realizaba con el pulque, y que los primeros espacios de venta eran las mismas pulquerías o que cada panadería contaba con un sello el cual diferenciaba a cada casa panadera y por lo tanto de donde provenía; con el tiempo levando rituales que existen detrás del pan como el chopear en el chocolate, café, té o alguna bebida digna de tocar el pan o untarle, desde, la nata o el queso crema entre sus toques dulces, salados llevándonos desde lo sacro hasta lo profano e incluso lo pagano.

Algo importante de todo ello es saber ¿A qué hora vas por el pan?

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Tres días perfectos
en el Centro Histórico CDMX.

Tal vez unas vacaciones en el centro de la ciudad podría parecer una locura para muchos citadinos, sin embargo, te voy a regalar argumentos para que cambies de opinión.

Te sugiero que tomes unos días entre semana: miércoles, jueves y viernes son una muy buena opción. Llegas temprano el miércoles, no vengas en tu auto, aquí es lo que menos necesitas. Deja tus maletas en el hotel, instálate y no dejes que se pierda la mañana, así como a las diez de la mañana, aprovecha y dirígete hacia Bellas Artes, cruza sobre avenida Hidalgo hacia una pequeña plaza, que está a un nivel más bajo que la calle, ahí, está la Parroquia San Juan de Dios, a un costado el recinto del Museo Franz Mayer que ocupa casi toda la placita; ingresas, pides ir a la cafetería, giras a tu izquierda y se abre el panorama con un jardín interior coronado al centro por una fuente; el apacible jardín rodeado de portales que sostienen el segundo piso de la casona son aprovechados en uno de sus costados para albergar las mesas de la cafetería de autoservicio. A mi me gusta pedir una baguette de jamón serrano, un café de gran calidad, aromático y decorado con un corazón o una flor con la espuma que produce la máquina de café a presión.


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Inmediatamente al sentarte, tus sentidos perciben una tranquilidad contrastante a la furia de los ruidos de la ciudad, no sé por qué, pero ese recinto parece estar aislado y comienzas a escuchar el trinar de los pajaritos, cómo retoza el agua en la fuente y hasta percibes la humedad que resbala lamiendo la piedra. El petricor, el aroma a vegetación, la belleza del recinto y exposiciones pictóricas colgadas en los muros frente a ti, te transportan a una pasividad que invita a una muy buena charla o sólo a disfrutar la sinfonía de la naturaleza entre el silencio del recinto.

Te recomiendo que cuando termines de desayunar, te dirijas hacia el museo, pidas una visita guiada o simplemente déjate llevar por el encanto cultural de las exposiciones; el acervo permanente es una maravilla, despierta tu curiosidad a cada instante y tiene la gran virtud de también ser estéticamente, muy exitoso.

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Al terminar saldrás con una sonrisa de haber acariciado tu alma con cultura, belleza y arte. Si aún no tienes hambre, recomiendo que te cruces con cuidado hacia Bellas Artes, pues en esa calle pasan coches y el Metro Bus en ambos sentidos.

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Desde que pisas la banqueta que antecede Bellas Artes y forma parte de la Alameda comienzas a percibir mármol y una armonía arquitectónica del exquisito manejo de lo ecléctico por su arquitecto, Adamo Boari; caminas por el costado del edificio y una réplica Art Nouveau del metro de París emulando ramas vivientes enmarca el ingreso al metro subterráneo. Caminas disfrutando la arquitectura del palacio a tu izquierda y la belleza del extenso jardín a tu derecha, hasta que de ese costado percibes un monumento a Beethoven y a tu izquierda giras para encontrar el frente del palacio, esculturas de Pegasos.

Al mirar de frente el acceso al palacio, tus ojos percibirán la blanca limpieza del mármol de Carrara, la magnanimidad de las columnas neoclásicas y el juego Arabesco y Art Noveau en sus acabados; además, de no limitarse en la inclusión de esculturas de impecable manufactura. Ingresas por ese arco enmarcado de altas columnas y cambias de paraíso; de inmediato un brusco pero estético y agradable cambio es percibido, los pisos de mármol en grandes piezas de color gris y destellos rosados en el el piso.

Las líneas curvas del exterior cambian de manera abrupta al paraíso lineal y también estético del Art Decó engalanado por lámparas enérgicas, grandes, y mundanamente doradas. Ahí, te pido que antes de ingresar a alguna exposición te regales tiempo para disfrutar los murales autoría de los mejores artistas mexicanos: expresión de grandeza mexicana.

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Observa todo los detalles lineales de ese paraíso Art Decó; en mi imaginación, alguna vez se me apareció bajando por las escaleras con elegante y entallado vestidos satinado, Támara de Lempicka: fina, refinada y transgresora, me miró con tal seguridad que turbó mi inconsciencia para despertar y no ver ese bello fantasma y sólo la elegancia de las líneas rectas de la arquitectura.

El sol te deslumbra al salir por la masiva exposición a la blancura del mármol de la plaza, recomiendo te pongas lentes obscuros en esa transición. Gira a tu izquierda, cruza el eje central hacia la calle 5 de Mayo, inmediatamente tus ojos no dejarán de percibir Art Decó, justo al cruzar, tu vista encuentra el edificio del Banco de México, destacando la lineal arquitectura y la masiva incorporación de ornamentos de latón, herencia influenciada por el arte decorativo elaborado sólo por artesanos en plena revolución industrial de los treintas.

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A ese edificio le sucede un magno edificio de azulejos en color azul y cerámica blanca: el Sanborns de los Azulejos; te pido ingreses por esa pequeña primera puerta e ingresar de inmediato a la cafetería con sillas y mesas cuyo estilo prevaleció en los años cincuentas, coronada en el techo con un enorme candil, sigue por el pasillo entre enseres de la tienda y sube por el pequeño elevador al segundo piso, sal y gira a tu derecha donde está el bar; es una preciosidad con columnas neoclásicos con remates decorados en sus cornisas; en la esquina, hay un piano justo enfrente de la barra; siéntate en una de esas mesas y disfruta la vista hacia Madero, la Torre Latino y el edificio del Banco de México desde la comodidad de esa silla, tal vez tomando un café, un martini o un mezcal. No pidas muchos porque tienes que ir a cenar a la cantina La Ópera que está a una cuadra de ahí. Baja si es posible por las enormes escaleras, son bellas, pero están un poco chuecas como casi todo el edificio.

Te pido que rodees el recinto y salgas por 5 de Mayo, la calle por donde venías, caminas una cuadra y justo al llegar a Gante, enfrente, está la cantina La Ópera.

Esta cantina se puede considerar un museo por su acervo histórico y si las paredes pudieran reproducir la cantidad de testimonios a lo largo de la historia, sería un repositorio de anécdotas muy interesantes. Su fundación se remonta a 1876, y en ese entonces se asentó en donde hoy está la Torre Latinoamericana, en Eje Central esquina con Madero, en ese entonces, se refería el lugar en la mera esquina de San Juan de Letrán y Avenida Juárez.

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Las fundadoras fueron dos hermanas de apellido Boulangeot, cuya incursión no fue en una cantina, fue una pastelería para una sociedad selecta cuya demanda de sus delicias se tradujo en un éxito rotundo. El 1895, no sé por qué razón, se mudó al callejón de Filomeno Mata, que terminaba justo en ese lugar, pues no existía la calle 5 de Mayo; el lugar abrió sus puertas como cantina, de frente tenías los jardines del extinto Teatro Santa Anna, cuyo recinto ocupaba lo que hoy es la calle de 5 de Mayo y los edificios laterales.

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Al entrar, el lugar te transporta al pasado, a la Belle Epoque donde el Art Noveau era vanguardia y sinónimo de lujo, exaltando a los artesanos en un mundo donde se percibía los comienzos de la revolución industrial; la gente de buen gusto celebraba los lugares hechos por la mano del hombre, emulando ramas vivas y la naturaleza en maderas talladas. La barra es un obra suprema de ebanistería traída desde Nueva Orleans; el techo tiene acabados con hoja de oro; los muros tienen adherido papel tapiz Damasco con texturas de terciopelo rojo que hacen un bello contraste cromático con la madera y el oro.

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Te sugiero la experiencia de un gabinete, si es de los que dan a la calle de Filomeno Mata, aún mejor y sí es el que tiene un círculo en el techo enmarcando el balazo de Pancho Villa, aún mayor el goce de la estadía. Algunos días el recinto es amenizado con la música del salterio, lo que otorga una alegría melancólica.

Yo, por lo regular comienzo con unos caracoles al chipotle para picar, pido una cerveza del lugar servida en un vaso especialmente manufacturado para La Ópera.

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Entre mis platillos favoritos está el pecho de ternera y los pulpos a la gallega, sin embargo, tienen una carta extensa con varios platillos; una botella de vino es bien recibida por el cuerpo. En el calor de la noche, la charla y el gusto por el convivio puedes solicitar que el trío te cante un par de canciones; si vienes con un amor en puerta o ya consolidado, es una muy bonita experiencia. Me encanta que canten, precisamente: "Bonita", del trío Los Soberanos.

Yo, alguna vez imaginé cuando algún hombre de teatro, apegado al Teatro Santa Anna, cruzó por el jardín del magno teatro, pidió unas copas, tuvo una amena charla con intelectuales que pululaban el lugar y al percibirlo cansado, el cantinero, le ofreció se recostará en uno de los sillones, para que una vez repuesto, regresará a sus labores en el magno Teatro Santa Anna.

Con esa grata experiencia encamínate a tu hotel y que no sea muy tarde, si lo es, puedes pedir un taxi.

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Día siguiente, sugiero varios lugares para desayunar: el café Tacuba, el Cardenal, el Bajío, los cafés La Pagoda, La Popular o el café La Blanca entre otros más, pero como ya me extendí, prometo para la próxima entrega, relatarte el siguiente día sugerido de estadía en nuestro Centro Histórico," La ciudad de los palacios".

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